Un día Bobbo el duende pasó por la casa del mago Jo-Jo y allí lo vio acariciando una hermosa gallina color chocolate. Al mismo tiempo, le decía: «¡pon un huevo para mí, gallinita mi bien, un huevo de chocolate, mientras cuento hasta diez!».
El mago contó entonces hasta diez, muy despacio, y al final de la cuenta la gallina cacareó con fuerza. ¡El mago recogió el huevo de chocolate que había puesto para él, incluso adornado con una cinta de color rojo brillante a su alrededor! lo colocó sobre un plato y dijo:
«mi querido huevecillo, algo pequeño te ves. ¡Por favor crece un poco mientras yo cuento hasta tres!».
¡Ooh! Dijo Bobbo, que salió corriendo a toda velocidad cuando el mago dio media vuelta lo vio. Ooh ¡que gallina tan hermosa para tenerla en mi pascua! ¡Mira que poner huevos de chocolate de esta manera!
Y cuanto más pensaba Bobbo en ello mas deseaba tomar prestada la gallina. Y de pronto vio al ave marrón caminando por ahí, a solas.
Así que atrapó la gallina y la metió en la cocina de su casa, la acarició y dijo : «¡Pon un huevo para mi, gallinita, mi bien, un huevo de chocolate mientras cuento hasta diez!».
Luego contó hasta diez y la gallina cacareó con fuerza y puso un huevo hecho de chocolate, esta vez con una cinta azul alrededor. Lo colocó sobre un plato y dijo: «Mi querido huevito, algo pequeño te ves, por favor crece un poco mientras yo cuento hasta tres.
Contó hasta tres y, para sorpresa enorme de Bobbo ¡el huevo creció y creció hasta ser el triple de grande! Pero cuando acabó de contar el huevo se hizo más y más grande. Bobbo se quedó muy sorprendido, y al principio se sintió muy contento, porque pensó que cuanto mas grande fuese el huevo mas chocolate podría tener, pero, ¡que horror! El huevo creció hasta ser más grande que la mesa y la rompió, luego empujó a Bobbo hasta el dormitorio.
Bobbo estaba asustado y le gritó al huevo que dejara de crecer, pero el huevo no le hizo caso.
¡Le arrancara el techo a la casa» Sollozó Bobbo –Ay tengo que rogarle al mago Jo-Jo que me ayude! Salió corriendo y le contó al mago Jo-Jo lo que había pasado.
¡Jo,Jo! Dijo el mago. Estas recibiendo un buen castigo; Bobbo. Eres muy malo. Si me hubieras traído mi gallina cuando la encontraste suelta, te abría regalado un hermoso huevo de pascua. Ahora tienes uno que no quieres.
Al cabo de un rato, acompañó a Bobbo a su casa y le dijo al huevo: «¡Mi que querido huevo, eres alto, y creo que prefiero que seas mas bajo!»
De inmediato, el huevo se encogió hasta ser realmente diminuto. El mago se lo metió en el bolsillo, recogió la gallina, se despidió de Bobbo y se marchó a su casa. El duende se quedó muy triste, y con la mesa y el techo por arreglar.